Ayer pretendía escribir algunas ideas que surgen precisamente cuando un año está por terminar, pero el sueño y el nublamiento mental me hicieron desistir. Pensamientos nada nuevos, pero, al menos es algo para escribir ¿no es así?.
Cada que finaliza este ciclo del calendario me es inevitable pensar en todas las cosas que me desagradan de mi persona, en lo que he hecho para solucionarlas (si acaso) y en lo que he logrado, comparado inevitablemente con lo que me habría gustado lograr. Una conclusión de este proceso, es el darme cuenta una vez más de lo increiblemente difícil que me resulta cambiar; al parecer me agrada aferrarme a recuerdos, cosas y situaciones, posiblemente porque me brindan seguridad y me mantienen en un círculo de comodidad.
Entre los aspectos que no he podido cambiar significativamente, están dos, que son las que más me disgustan... mi deficiente habilidad social y mi alto y arraigado sentido del ridículo. Ambas han mermado mi vida desde que tengo memoria y me dificultan el acercarme al deber ser que elegí (una especia de mezcla Durden-Gorey-Borgia Nietzscheano).
Al parecer, y sin deseo de evadir mi responsabilidad para conmigo, mi voluntad propia no ha sido suficiente para vencer esos dos obstáculos mencionados, y no veo muy probable que en el futuro lo sea...
Me pregunto qué será lo ideal para solucionar ambos problemas...
01 enero 2009
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